Adagio

AdagioAdagio
de Stefano Sollima (2023)

El adolescente Manuel se encuentra involucrado en un juego más grande que él, en el que están implicadas tres viejas leyendas de la Roma criminal.

Cita.

“¿Sabes cuál es la peor cosa? Es lo que escuchas, con estos auriculares.”
(Cammello)

AdagioRoma arde.

La impresionante toma aérea con la que se abre y se cierra Adagio, nos muestra la capital ardiendo con un fuego inextinguible. Es de noche y hay un incendio en curso, el escenario parece apocalíptico, mientras los apagones continuos hacen que todo se precipite aún más hacia el abismo.
Aquí reside el sentido profundo de esta obra, una especie de viaje de 24 horas dentro de un universo colapsado.
Olviden la Roma de los monumentos, de las postales turísticas y prepárense para sumergirse en los callejones estrechos, en los edificios de las afueras, en los rincones más ocultos.
En esos lugares donde todo parece equivocado, donde todo es condenable, donde la podredumbre se convierte en protagonista y donde no parece haber más esperanza para la humanidad.

AdagioConsideraciones.

Stefano Sollima con Adagio vuelve a casa después de sus incursiones estadounidenses en «Soldado» y «Senza rimorso».
La ocasión es la de completar la trilogía sobre la Roma criminal, después de «Romanzo criminale» (la serie) y «Suburra».
Los personajes principales son muertos que caminan, como los zombis de Romero, desgastados físicamente por una vida de excesos y por el clima tórrido y hostil.
Entre ellos está el Cammello, un extraordinario Pierfrancesco Favino, con su cuerpo robusto y sus ojos hundidos, con una mirada perpetuamente feroz. Enfermo terminal y obligado a enfrentarse con un pasado que lo persigue, a su pesar.
Luego está Daytona, que tiene el rostro del siempre perfecto Toni Servillo, aquí particularmente hábil para caracterizar un personaje en el límite entre momentos de demencia senil y lucidez. Magistral y particularmente tensa, a este respecto, la escena en la que es protagonista con un cuchillo en la mano.
Y finalmente Pol Niuman, un brillantísimo Valerio Mastandrea, ciego y confinado en un cuartucho escuchando música popular.
Todos ellos son viejos miembros de la banda de la Magliana que ahora viven al margen de la sociedad, cansados y desilusionados, en completa soledad.
Y del otro lado están esos policías que deberían ser sinónimo de legalidad y seguridad. Pero que, como suele ocurrir en el cine de Sollima (ACAB), acaban pareciendo peor que los delincuentes.
Entre ellos destaca la figura de Vasco, interpretado por Adriano Giannini, que con su teléfono intenta proteger a sus hijos mientras anda por ahí siguiendo sus asuntos criminales.
Y entonces el único rayo de esperanza parecen ser precisamente los hijos, los únicos todavía capaces de intentar cambiar las cosas. Los encontramos, no por casualidad, en una de las escenas finales, después de que una lluvia de cenizas parece haber bajado el telón sobre un universo hecho de personajes sórdidos y sin redención.
Adagio es un noir metropolitano, en el sentido más profundo del término.
Pero sobre todo es una película maravillosa, de ritmo frenético, a pesar del título, y con un aire internacional.
Bien hecha y mejor actuada.
Un verdadero orgullo para nuestro cine.

 

 

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