El protagonista de Calvaire es Marc, un cantante de pueblo, una figura solitaria que se presenta en asilos frente a unos pocos ancianos y enfermeras, tratando de ganarse la vida con unas monedas.
Una noche, se queda tirado con la furgoneta en medio de un bosque y encuentra refugio en la ayuda que le ofrece Boris.
Un extraño personaje que se encontraba por la zona buscando a su perro.
Boris lo acompaña a casa de Bartel, el dueño de una posada, que acoge a Marc dándole refugio y asistencia.
El Inicio del Calvario
Bartel, que inicialmente se muestra hospitalario y colaborador, cambiará radicalmente con el paso de las horas.
Su comportamiento pasará primero a secuestrar al pobre artista, luego a tratarlo como si fuera Gloria (la esposa desaparecida en la nada) y finalmente a infligirle pesadas torturas.
En este marco de desolación y soledad, Du Welz, con mano firme y a través de un guion extremadamente realista, nos muestra este retrato del mundo.
Un mundo desviado y poblado por hombres completamente entregados a su naturaleza, culturalmente criados en cautiverio, donde no hay ni sombra del hemisferio femenino.
Y es precisamente esta total ausencia de la mujer la que ha llevado a los hombres al estado que vemos.
La total falta de contacto, sexo o diálogo ha creado estos parias feos, sucios, barbudos y descuidados.
El pobre protagonista, una vez atrapado por Bartel, será víctima de delirios que lo condenarán a estar a merced de todos los demás habitantes de la zona.
Entre abusos sexuales, torturas, miradas, pensamientos perturbados y apareamientos con animales, CALVAIRE narra el verdadero calvario que sustituirá de repente la vida normal de Marc.
Culpable de encontrarse casualmente en un lugar olvidado por el progreso y la civilización.
Lo veremos intentar escapar de este mundo enfermo y brutal que parece absolutamente normal para sus habitantes…
Todo ello sin mostrar mutilaciones y excesiva derramamiento de sangre.
La película impacta la psique del espectador, y sí, lo hace con notable violencia.
MOMENTO PANDEMONICO
La danza monótona en la posada: un retrato alucinante que nos muestra perfectamente, a través de notas graves y movimientos primitivos, el estado en el que se encuentran estos sujetos.
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