𝖫𝗎𝖼𝗂𝖺𝗇𝗈 es el único que queda en 𝖠𝖿𝗋𝗂𝖼𝗈, en el corazón del Aspromonte. Hombre de pocas palabras, esquivo y solitario, aún acuna el sueño de poder vivir de los frutos de la tierra, sin tener que ocuparse necesariamente de ciertos negocios.
Su hijo 𝖫𝖾𝗈, en cambio, es un cabeza caliente, sin educación formal, impaciente con el mundo rural y sus reglas, y ansioso por mudarse a Milán, a casa de su tío.