El Fantasma de la Ópera

El Fantasma de la Ópera es una película muda de 1925 dirigida por Rupert Julian y basada en la novela homónima de Gaston Leroux.

Cuenta la historia de Erik, un músico talentoso pero horriblemente desfigurado, que vive oculto en los sótanos del teatro Ópera de París.

Dispuesto a todo por hacer triunfar a la joven cantante Christine, de quien está secretamente enamorado.

Es considerada un clásico de la era del cine mudo, recordado principalmente por el célebre maquillaje de Lon Chaney en el papel protagonista, un maquillaje ideado por Chaney mismo y aún hoy muy inquietante.

Se han realizado varias adaptaciones de la novela de Leroux, incluyendo el famoso musical de Andrew Lloyd Webber y la reinterpretación en clave glam-rock que hizo Brian De Palma en su «El fantasma del paraíso».

Finalmente,

Por último, llegamos a hablar de la persona más interesante de esta película, aquel que gracias a su habilidad y arte logró escribir una página importante en la historia del cine, Lon Chaney, nombre artístico de Leonidas Frank Chaney.

Este hombre fue uno de los actores de carácter más famosos de todos los tiempos y es especialmente conocido por sus películas mudas y especialmente por las películas de horror en las que participó, aunque en realidad no fueron tantas si se considera que Chaney actuó en un total de 160 películas.

Tenía una expresión facial increíble adquirida tanto a través de su trabajo teatral, donde podía interpretar múltiples roles debido a la falta de personal, como para comunicarse con sus padres sordomudos.

En el teatro, además de ser actor, desempeñaba otras funciones y una de ellas era el maquillaje, que aprendió a manejar con gran maestría.

Ingresó al mundo del cine en 1912, participando en algunos westerns y dirigiendo algunas películas, pero fue en 1918 cuando comenzó su «carrera de monstruos», interpretando roles de personajes deformes y monstruosos. El maquillaje utilizado para estas criaturas fue obra del propio Chaney, que con el tiempo perfeccionó.

Gracias a esto fue apodado «El hombre de las mil caras». No solo fue su increíble habilidad en el maquillaje lo que lo hizo famoso, sino también la manera en que interpretaba a estos seres.

El Fantasma de la Ópera es un excelente ejemplo de cómo las palabras son superfluas cuando se trata de crear una atmósfera que transmita miedo e inquietud.

 

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