Nathan Never

Nathan Never

Nathan Never (de Antonio Serra, Michele Medda y Bepi Vigna), un viaje en la ciencia ficción noir.

Nathan Never, el longevo cómic italiano de Sergio Bonelli Editore, es un viaje en la ciencia ficción mezclada con un alma noir, aderezado con un toque de pesimismo cósmico que haría palidecer incluso a Philip K. Dick. Publicado por primera vez en 1991, el cómic está ambientado en un futuro distópico donde la tecnología y la alienación social dominan. En el centro de todo está Nathan Never, un investigador privado atormentado por su pasado y por una ciudad que no perdona.

La trama principal sigue a Nathan, un ex policía ahora agente de la Agencia Alfa, mientras enfrenta crímenes que van desde el asesinato hasta conspiraciones corporativas, a menudo entrelazándose con temas éticos relacionados con la inteligencia artificial y las manipulaciones genéticas. La belleza de Nathan Never radica en su capacidad para mezclar aventuras episódicas con una narrativa a largo plazo que desarrolla al personaje y el mundo a su alrededor.

La caracterización de Nathan es uno de sus puntos fuertes. El autor Antonio Serra, junto con sus colegas Michele Medda y Bepi Vigna, creó un protagonista profundamente humano: depresivo, melancólico y lleno de defectos. Este no es el clásico héroe de cómic, sino un hombre que sufre por la pérdida de su esposa Laura y por su hija Ann, que vive en un centro psiquiátrico. Su ausencia es una presencia constante en la vida de Nathan, haciendo que cada decisión y cada misión sean un poco más pesadas.

 

 

Un aspecto fundamental del cómic es su mundo. La ciudad donde vive Nathan es una megalópolis futurista que parece sacada de Blade Runner, con un cielo perpetuamente gris, anuncios de neón y una brecha social que refleja nuestro presente. La tecnología está en todas partes, pero no es en absoluto tranquilizadora: robots fuera de control, hackers sin escrúpulos y multinacionales dispuestas a sacrificarlo todo por el beneficio. Uno de los episodios más memorables, “Memorias perdidas”, explora el concepto de identidad digital, con Nathan investigando un asesinato relacionado con el robo de recuerdos artificiales.

El reparto secundario está igualmente bien escrito. Entre los colegas de Nathan destacan Legs Weaver, una mujer fuerte y emprendedora que ganó su propio spin-off, y Sigmund Baginov, un brillante hacker con una propensión a meterse en problemas. Sin embargo, no esperes relaciones idílicas: el equipo a menudo está en desacuerdo, añadiendo una capa adicional de realismo a las dinámicas laborales.

Si lo que buscas son tiroteos y persecuciones, no te decepcionarás. Cada número ofrece una mezcla de acción e introspección, aunque a veces el ritmo puede ralentizarse por diálogos un poco densos. Y hablando de spoilers, en uno de los arcos narrativos más importantes, “La guerra de los mundos”, Nathan enfrenta una invasión alienígena donde se ve obligado a tomar decisiones morales devastadoras, incluida la de sacrificar a un equipo de inocentes para salvar millones de vidas. No es precisamente un momento feliz para nuestro héroe.

Desde el punto de vista artístico, el cómic siempre ha sido de alta calidad. Los dibujantes que se han turnado a lo largo de los años han hecho justicia al mundo futurista de Nathan, con un trazo que oscila entre el realismo detallado y el dinamismo típico de los cómics de acción. Las portadas, además, suelen ser obras de arte que merecerían un lugar en una galería. Claro, Nathan Never no está exento de defectos. Algunas historias adolecen de cierta repetitividad, y hay quienes pueden encontrar al protagonista demasiado introspectivo para su gusto. Además, algunas tramas secundarias tienden a perderse en el camino, dejando la impresión de que los autores se dejaron llevar un poco.

En conclusión, Nathan Never es un cómic que merece ser leído, especialmente si eres fanático de la ciencia ficción y el noir. Con una narrativa rica, personajes complejos y un mundo que parece vivir y respirar a tu lado, este cómic tiene todo lo necesario para mantenerte pegado a sus páginas. No es perfecto, pero tal vez sea esa imperfección lo que lo hace tan humano y memorable.


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