Soldado (Sicario: day of the Soldado)
de Stefano Sollima (2018)
Nuevo encuentro con esta columna dedicada a películas que tratan sobre actividades criminales.
Los carteles de la droga mexicanos comienzan a ayudar a los terroristas a entrar en los Estados Unidos. Intervienen los agentes Matt Graver y Alejandro Gillick.
“¿Me ayudarás a desatar una guerra?”
“¿Contra quién?”
“Contra todos”
(Matt Graver & Alejandro Gillick)
Ninguna regla.
El agente Graver no tiene dudas: si quieres desatar una guerra, solo tienes que secuestrar al príncipe y el rey la comenzará por ti.
No importa de qué lado estés jugando, si representas al Estado o si eres considerado un criminal. Lo importante es el objetivo, el resultado.
Y entonces vale todo, se pueden pisotear todas las reglas, hacer el trabajo sucio y esperar la respuesta del enemigo.
Porque el mal está en todas partes, asume múltiples formas y hace aumentar la paranoia. Los medios usados para derrotarlo no importan siempre que sean efectivos: en la América de 2018 se responde ojo por ojo, diente por diente.
En esta secuela de Sicario, el director parece querer concentrarse completamente en la acción. Se ha eliminado el personaje de Kate de la primera película, así como sus dudas morales y su condena hacia los métodos utilizados que no se ajustan al protocolo.
La película avanza rápidamente y está indudablemente bien hecha, no decepciona las expectativas.
Un producto impecable, desesperado y nihilista, que desplaza la atención al tráfico de drogas y de seres humanos; lleno de giros inesperados y con al menos un par de secuencias memorables.
Pero no se esperen emociones verdaderas: la película no posee el encanto de su predecesora y parece más interesada en la forma que en el fondo.
Josh Brolin y Benicio del Toro son absolutamente perfectos para sus papeles, pero también sorprendente, en mi opinión, la joven Isabella Moner en el papel de la hija del jefe del cartel.
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