El Castillo de la Ruta tiene la fama de ser el más embrujado por fantasmas de toda la península.
Su nombre, según algunos, se debe al hecho de que en 1639 fue escenario de la derrota sufrida por Tommaso de Savoia contra los franceses.
Otros, en cambio, piensan que el nombre proviene del término Rotha, es decir, acequia, lugar abierto.
Situado a unos diez kilómetros de Moncalieri y construido en el siglo IV, ha sido propiedad de romanos, lombardos y templarios. El aspecto actual del castillo es fruto de una restauración llevada a cabo en los años 80.
Construido para defender el puente sobre el torrente Banna, fue escenario de numerosas batallas y muertes violentas.
Ha albergado dentro de sus muros el entierro de muchos hombres y caballeros, cuyos esqueletos salieron a la luz durante las operaciones de excavación.
Célebres, en tal sentido, son los avistamientos de un caballero templario con una cruz al cuello y de su caballo mientras rondan por el castillo, antes y después del hallazgo de sus restos.
La historia de este caballero es muy fascinante.
Se dice que una joven marquesa, prometida al noble señor propietario del castillo, se enamoró perdidamente de él. Cuando el señor descubrió el engaño, mató a la novia arrojándola desde las murallas del castillo. Entonces, el caballero partió hacia Tierra Santa con la intención de vengar la muerte de la mujer, pero murió poco tiempo después. Su fantasma regresó al lugar donde había muerto su amada.
Y qué decir del relato del niño travieso que fue atropellado por un carruaje conducido por caballos desbocados y de su niñera que, inmediatamente después de ver la escena, se quitó la vida por la desesperación? Parece que las almas de ambos aún vagan sin paz por las salas del castillo.
Se dice además que todos los espectros y espíritus de este castillo, reunidos entre sí, darían lugar a una verdadera procesión anual dirigida hacia el castillo, en la noche entre el 12 y 13 de junio.
El Castillo de la Ruta, desafortunadamente, hoy no es visitable, ya que es propiedad privada. Pero se dice que basta con pasear por la vasta llanura que lo alberga para tener encuentros “espectrales”.
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